Toc, toc, y un desliz. toc, toc y un desliz, no pude evitar asomarme desde aquel cuarto piso, del cuántico edifico anaranjado de la colonia Narvarte.
Abajo, una lejana figura, de blanco y rayas rojas, danzaba con los patines en la superficie gris del estacionamiento.
Sabía que sabía que la miraba.
Entonces le quedaban un puñado de veranos más.
Anuncios